El "Mundo perdido" de Madinabeitia (Diario Noticias de Alava)
"Es un sitio único en el mundo" . La vegetación y la fauna de la selva amazónica dejaron impresionados a Adolfo Madinabeitia hace ya 21 años cuando junto a Jesús Gálvez abrió una espectacular vía en el impresionante Salto del Ángel, una pared de mil metros de verticalidad situada en Venezuela.Desde entonces, por la cabeza de este escalador gasteiztarra rondó la idea de volver y abrir nuevas vías en cualquiera de los muchos tepuis, montañas características de este país suramericano rodeadas de impresionantes paredes y coronadas por una meseta, que existen en la zona.
Una aventura sin igual. Espectacular, especial y al alcance de muy pocos. Sólo apta para elegidos y Madinabeitia lo es. Por eso, por mucho que la modestia del genial escalador vitoriano le impida hablar de sus logros como grandes gestas, ésta que culminó el pasado invierno junto a su amigo André Vancampenhoud lo es.
Ha tenido de todo. Y es que la aproximación y lo desconocido del entorno eran antes de partir tan inciertos como la escalada en sí. Vuelo en avioneta para visionar la zona elegida, travesía por la selva, sustos por las inclemencias del tiempo, sufrimiento por la falta de agua y un complicado reto de escalada que les tuvo once días colgados de una pared vertical de 650 metros de dificultad 7a+, para abrir en estilo libre una vía en el tepui venezolano de Akopan es lo que han vivido el gasteiztarra y su compañero de cordada.
Pioneros además. Por eso, el alavés y el venezolano tuvieron el privilegio de bautizar la ruta como Mundo perdido por el libro de Arthur Conan Doyle, que como rememora el propio Madinabeitia "basa su historia en aquellas cumbres". Un sitio especial. Así lo ve el vitoriano. "Allí existe una vegetación que no existe en otros lugares. La cima alberga zonas de jungla, bosques, vegetación muy baja, plantas carnívoras, en la que tienes la sensación de estar en un lugar extraño, del que en cualquier momento podía salir un dinosaurio. Es un sitio único en el mundo", repite. Es el Mundo perdido.
Conflicto entre los indígenas Lo suyo le ha costado al alavés conquistarlo. Para empezar este no era el reto inicialmente previsto cuando se embarcó en esta aventura el pasado mes de febrero. Madinabeitia partió hacia Venezuela con la idea de escalar el Cerro Autana, la espina que se le quedó clavada en 1989 cuando le denegaron el permiso para subir hasta allí.
Entonces tuvo que cambiar de objetivo sobre la marcha y descubrió la cascada del Salto del Ángel. Pues bien, en esta ocasión le ha sucedido otro tanto de lo mismo.
El ambiente con los indígenas estaba un poco revuelto y se estaban produciendo ciertos episodios de violencia, lo que obligó a los dos escaladores a cambiar de objetivo. Tras el "chasco" inicial, Madinabeitia y Vancampenhoud orientaron rápidamente sus miras hacia los tepuis que se encuentran en el Macizo de Chimantá.
La idea inicial era escalar el Salto de Amuri, que es una cascada de un tepui que hace un fortísimo desplome. Sin embargo, una vez visionado el terreno durante la aproximación en avioneta a la localidad de Yunec, punto de partida para esos tepuis, lo descartaron ya que no tenía la dificultad suficiente ni el encanto que ellos esperaban. "La pared del salto no seducía lo suficiente como para hacerse un porteo de 40 kilómetros hasta su base. Durante ese vuelo archivamos varias zonas de paredes que en días sucesivos fuimos a escrutar y al final nos dimos cuenta que la mejor opción era el Tepui Acopan, tanto por la longitud de sus paredes como por la calidad".
Ese era el reto. Comenzaba la aventura. Primero, la selva amazónica. Una aproximación a "machetazos" como dice el propio Madinabeitia en el dominio de la víbora Tres pasos. Madinabeitia aclara el por qué de dicho nombre: "No hay que explicar mucho qué significa; si te pica, tres pasos, y caes fulminado...".
Llegaba la hora de la verdad. Ellos dos solos además. Algo único. De hecho, todas las expediciones que se hacen por la zona están formadas por al mínimo tres personas e incluso un buen número de ellas son muy numerosas. El propio escalador vitoriano lo constata. "Tan acostumbrados están los indígenas a las expediciones multitudinarias que cuando veían que nosotros éramos sólo dos la pregunta era inevitable: "¿ustedes son sólo dos?" y una sonrisa con cierto aire burlón brotaba de sus labios".
Madinabeitia y Vancampenhoud no se amedrentaron ante las reticencias que tenían los indígenas sobre el éxito de su expedición. De hecho, en tan sólo tres días portearon todo el material necesario desde el campo base hasta la pared. Comenzaba la aventura. A disfrutarla de pleno. El paraje y el reto que tenían ante sí invitaban a ello. Madinabeitia así lo refleja en su diario. "Noches agradables tumbados sobre el bloque favorito en una zona de sabana. Largas conversaciones de salto base, tepuis, la vida. Observando las luciérnagas hasta quedar dormidos...".
ADOLFO ABRE TODA LA VÍA El descanso del guerrero. Momentos para recuperar fuerzas y cargar pilas con las que afrontar lo que se les venía encima. Y es que una vez superados los preparativos previos les quedaba un duro reto por delante: una pared muy complicada y muy vertical, en la que Adolfo, por gentileza de su compañero, tuvo el privilegio de abrir la vía desde la tarde del 2 de marzo. "Al empezar la escalada le pregunté a André "¿Cómo te encuentras, coges la cabeza de cuerda?". La respuesta fue: tu escala todo lo que desees, dale hasta que no aguantes más y cuando llegue ese momento te cogeré el relevo".
Pues bien, Madinabeitia no dio opción y aprovechó la gentileza de su compañero de cordada para ir en cabeza todo el tiempo. El veterano escalador gasteiztarra demostró que todavía está hecho un auténtico titán y abrió la ruta de principio a fin. "Nunca se me ha ofrecido la oportunidad de abrir una ruta completa para mí solo. Ante una oferta así uno se crece, le sale de dentro ese gen navarro que nos domina y uno se dice ¿cómo que no? Tengo 51 años, me conozco, sé que me encuentro de subidón y pocas veces me había encontrado tan fuerte tanto física como mentalmente".
Dicho y hecho. Madinabeitia y Vancampenhoud alcanzaron la cumbre el día 10 después de ocho jornadas de un intenso trabajo, con algún que otro sobresalto, en el que completaron una ruta de 650 metros, catalogada 7a+ con 16 largos de cuerda de los que sólo tres fueron en escalada artificial.
Atrás quedó una experiencia increíble, que Madinabeitia disfrutó de principio a fin gracias a un entorno de película. "Antes de amanecer disfrutábamos de los silbidos de diferentes pájaros, a los que se iban sumando los aullidos de los monos y un sobrecogedor coro de tigres mariposa que por su intensidad debían de estar en pleno celo".
Una fauna de otro mundo. Un Mundo perdido, que tuvieron la ocasión de sentir muy de cerca. "Unos pájaros más parecidos a cazabombarderos nos pasaron con un vuelo rasante por el costadillo que casi nos producían vértigo", relata el escalador vitoriano.
Eso sí. Durante su escalada no todo fue disfrute. Los dos alpinistas vivieron momentos de tensión por culpa de las inclemencias del tiempo y la falta de agua. "Hubo una tormenta eléctrica que nos dejó acojonados". Un buen susto. Eso sí, el agobio subió cuando comprobaron que se les acababan las reservas de agua. "Hacía mucho calor y se consumió demasiado rápido. Andábamos ya justos y se sentía un punto de deshidratación", comenta Madinabeitia. Al menos, por fortuna para ambos, pudieron encontrar un torrente cerca de uno de los tramos que estaban escalando donde pudieron reponer unos cuantos litros.
DIFICULTADES Y SUSTO EN LA CIMA Un problema superado, pero todavía les quedaba más de la mitad de la pared. Un trabajo complejo por delante por la dificultad de alguno de sus largos. Por ejemplo, en el tramo final cerca de la cumbre donde aumentaron las complicaciones. "Llegamos a un punto donde la vegetación nos superaba por su espesura y provocaba después de tanto trabajo dudas de poder llegar a la cumbre". ¿Dudas? A Madinabeitia le volvió a salir el gen navarro. "Qué no subimos, mecagüen" se dijo para sus adentros y sí que subieron. Eso sí, lo suyo les costó completar los 75 metros de ese último largo. "Ocho horas y media estuvimos trabajando ese tramo".
Al menos lo superaron. Cumbre. Final feliz. Sí, pero cuando parecía que ya no podrían llegar más sobresaltos, Madinabeitia se llevó un nuevo susto. Mientras el escalador vitoriano estaba grabando a su compañero desde otro punto de la pared intentó saltar de una roca a otra sin percatarse de que aún seguía atado, por lo que a mitad del trompicón la cuerda le dejó clavado en el vacío. "Me paro de repente en el aire y como el coyote de los dibujos animados comienzo un vuelo de cabeza hacia el abismo de diez metros".
Al menos, cuando parecía que se iba a dar un buen talegazo contra un saliente, la cuerda le sujetó y amortiguó ligeramente el golpe. Adolfo se tomó el percance con buen humor antes de saludar a André. "Hola, vaya hostia me he pegado, venía a recibirte. Menos mal que me he quedado en el aire sin llegar a dar con la cabeza en el suelo", se felicitó en la conversación mantenida entonces con su compañero de cordada, mientras disfrutaban de la cumbre.
Lo hicieron y mucho. De hecho, se quedaron a pernoctar allí y al día siguiente se dieron un paseo de cuatro horas en el que disfrutaron de "la vegetación, los pájaros y las vistas sobre la Sabana", mientras hacían fotos. Madinabeitia se sentía un privilegiado. "¡¡Vaya suerte poder estar aquí arriba!!", se dijo. Fue el final de una de sus grandes aventuras como las vividas en su día en el Gran Capitán en Yosemite (Estados Unidos) o hace seis años cuando el mal tiempo le hizo desistir de su intento en la Torre Sin Nombre del Trango en el Karakorum después de 17 días colgado en la pared. Ahora, el reto ha tenido un final feliz. Madinabeitia ha abierto nuevos horizontes. El gasteiztarra ha encontrado el Mundo perdido.
l La aventura. Viaje en avioneta para inspeccionar el terreno, travesía por la selva a machetazos, en una zona virgen en la que se encuentra la peligrosa víbora "Tres pasos", ya que "si te pica, das tres pasos y caes fulminado...".
l La pared. 650 metros, catalogada 7a+, con un total de 16 largos, de los cuales sólo tres fueron en escalada artificial.
l Sustos. Una fuerte tormenta eléctrica, la falta de agua y una caída desde más de diez metros cuando Adolfo ya estaba en la cumbre alteraron la aventura del dúo de escaladores.
l Dificultades. Ocho días en la pared y cuando estaban llegando a la cima la vegetación les superaba por su espesura, lo que les complicó un último largo, que tardaron ocho horas en completar.